Por: Elizabeth Ávila Carrancio
Las elecciones concurrentes entre la federal y las locales efectuadas el pasado 6 de junio nos permite observar de manera clara, los lastres que aún se arrastran en materia de participación política de las mujeres. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que esta fue la elección, más importante en el tema de mujeres y poder.
De entrada, referir que fueron 20, 415 cargos de elección popular en disputa, 500 en lo federal para la renovación de la cámara baja y 19,915 cargos locales entre presidencias municipales, alcandías y sindicaturas, 15 gubernaturas, y diputaciones locales de 30 congresos.
Según los datos que se obtuvieron y su numeralia referida por Carla Humphrey consejera del INE (Instituto nacional Electoral) en su artículo “la participación política de las mujeres en elecciones locales” en el Universal el 22 de junio de 2021, señala que “de entrada, el total de las candidaturas registradas (138 mil 812), 71,465 correspondieron a mujeres y 67,347 a hombres, es decir, una diferencia de 4,118 candidatas más que los candidatos presentados por diversos partidos políticos, coaliciones y candidaturas independientes.
Para la renovación de las gubernaturas se presentaron 133 candidaturas, donde el 42.8% correspondieron a candidatas (57) en tanto que el 57.1% fueron candidatos (76), resaltando aquí que 6 de las candidatas accederán a ser Ejecutivas de sus estados; 5 de morena y 1 del Pan en Chihuahua, que junto a la Jefa de Gobierno en la ciudad de México harán realidad una cifra de 7 gobernadoras por primera vez en la historia pasada y reciente de nuestro país, que a pesar de ser uno de los logros más grandes de este proceso no deja dicho avance de representar solamente el 21.8% de los 32 espacios ejecutivos en el país.
Estos datos nos permiten observar el panorama actual en pleno 2021 de la participación política de las mujeres, la cual, ha enfrentado enormes retos y resistencias culturales, el primero y más importante es: EL PODER ES MASCULINO.
Si estimado y estimada lectora, el reto es que el poder es masculino, se juega con reglas precisas y sentenciosamente masculinizadas, la mujer que participa de la política tiene que ser masculinizada y en muchas de las ocasiones servirle a la figura “ideal de ser mujer” y someterse a estar a veces simplemente como un adorno del poder y sus élites para avanzar.
“Cuando una mujer entra en la política, cambia la mujer, pero cuando varias mujeres entran en la política, cambia la política…” así sentenciaba Michelle Bachelet expresidente de Chile, la importancia de cambiar el paradigma del poder y la presión evidente a que las mujeres fuimos sometidas como un mantra del poder, desde los tiempos en que “hacer política” fue “admitido para algunas mujeres” ·
En cuanto a la enseñanza del pecado, este tiene nombre de mujer: Eva. Ella comete el mayor pecado, la traición al altísimo, y aunque podemos observar claramente que la real culpa y traición es de la serpiente, esa que no paro de decirnos que hiciéramos cosas y que además nos convenció de involucrar a Adán, es a Eva a quien se le achaca el pecado original, a quien se le castiga con dolor a la que se define como la culpable de la expulsión del paraíso.
Respecto a ese Génesis histórico occidental con el enraizamiento del error cometido por Eva, es que la imagen femenina, se haya enlazado estrechamente al concepto del pecado original y que por ende solidificó en el pensamiento occidental que la mujer sea inferior al varón por los siglos de los siglos; amén. Malas interpretaciones pueden llegar a causar graves consecuencias. Siendo Eva la figura de la madre de la humanidad y su dadora de vida, pero también la pecadora, no se obvia afirmar que el papel marginal y sometido de las mujeres por muchísimos siglos en el mundo occidental, jamás fue “casual” sino causal.
Incluso pensadores modernos del mundo occidental de suma trascendencia como Juan Jacobo Rousseau, en su obra el Emilio, describía un tipo de “feminidad” de la mujer sujeta a la voluntad del varón, donde basaba sus encantos y valor social ponderando que tan complaciente y servil debía ser para los hombres a los cuales “iba a servir”, siendo trascendental la sujeción educativa y social a ese cometido y fin de las mujeres.
Si nosotros observamos de manera crítica los entornos de la política y la manera en que esta ha sido impulsada, podemos analizar fehacientemente todos los estereotipos del poder político y su masculinización, así como el mandato que enfrentan las mujeres de ser “masculinas” en su quehacer, machistas en su comportamiento y sexistas contra otras mujeres, cuando son ataviadas con la carga del mandato de sus líderes para enfilar su discurso en contra de las otras.
¿Esto puede cambiar? Claro, aquí estamos aún en la construcción social de un nuevo discurso donde los imaginarios colectivos no sean tan activistas, tan violentos en contra de las mujeres que tomen la opción de participar en lo público y a pesar de ello cambiar esos paradigmas de control social de como ser mujer en un mundo de hombres blancos, heterosexuales, clasistas, racistas y discriminadores como son las élites políticas y sobrevivir en el intento transformador de las conciencias.
Dejar de pagar “Los pecados de Eva” que nos excluyen por poner en peligro a la raza humana con nuestra sensibilidad femenina traidora al líder. El impulso que se le da a la ley para cambiar todo este imaginario construido a sangre y fuego para oprimir la racionalidad de la mujer, desde educarse como machista, hasta defender a las propias mujeres y no a sus dueños fácticos, no ha sido fácil.
Otro rasgo del poder es que el líder siempre elegirá de entre las filas que luchan a aquellas que no lo hagan, que pueden fácilmente ser “aliadas del patriarcado”, la representación genitalizada de la mujer, con las expresiones de sometimiento y control del varón, el combo completo, y esto ha sido así por los siglos de los siglos, su cambio no será ni fue fácil, así como la mujer aprendió a que sobreviviría bajo la protección del varón en turno si o si se sometía a base de la violencia personal y social vivida. De la misma manera la mujer en la política aprendió que solo masculinizada y ejerciendo el poder de manera machista podía ser “escuchada” o aceptada.
Muchos ejemplos de liderazgos femeninos encontramos, entre ellos de los varones homosexuales que tienen que mentir sobre su sexualidad para ser aceptados en el círculo político de las elites.
La feminidad o lo femenino está en guerra con el poder, lo ha estado por mucho tiempo, la sensibilidad es debilidad educada, la irracionalidad y la falta de inteligencia afirmada, la Eva es pecadora y nos hace perder el paraíso terrenal.
Incluso en esa retórica es mejor haber sido la serpiente… quizá por ello muchas personas empujan una idea del “maquiavelismo” constructor de la política como algo mercenario, carente de sentido ético y valor moral, desde una terrible interpretación monopolizada por el discurso del poder por el poder que equivocadamente fue atribuido a Maquiavelo. Los anti filósofos del poder, se solidificaron siguiendo esta equivocada y mercenaria línea discursiva y distorsionada de lo que en realidad el sentido del maquiavelismo es y fue en su momento.
Por ende, y para concluir hoy sobre la participación política de las mujeres, a partir de la reforma de 2019 en materia de paridad total, las mujeres tendrán un nuevo papel social dentro de la política, algunas simularán tener poder, acceder al poder e impulsar acciones desde el poder, ¿Cuánto poder tendremos en nuestras manos realmente las mujeres?
El poder es masculino, y la conformación de las elites actuales en México son claramente varones, de los poderes fácticos visibles en nuestro país las mujeres que tienen poder económico de primer nivel, en la primera fila son poquísimas, y sus fortunas corresponden a juegos de poder que derivan de herencias, aún no propiamente de la construcción personal de dicha fortuna.
Seguimos ganando menos por igual trabajo, y a veces con mucha mayor preparación, se castiga fuertemente la maternidad, con exclusión laboral y eliminación de las posibilidades de desarrollo como líderes de proyectos económicos y, además, se castiga mayormente la no maternidad.
Las mujeres caminamos sobre cristales rotos y descalzas en el tema de la praxis política, los estereotipos de género están a la orden del día en el discurso social. Los controles para ser sometidas están a la orden del día: el modelo de mujer conservador aún permea en nuestra conciencia colectiva como un lastre para el desarrollo de las mujeres en pleno siglo XXI.
Por eso, quienes quedaron en este proceso electoral, tienen la enorme tarea a transformar desde su praxis política, remar contra la corriente que la somete o someterse a los paradigmas que la ponderan desde el ideal de lo femenino o, nadar de muertita como muchas antecesoras que “sobrevivieron a un mundo de hombres” en la política, pero siempre teniendo en cuenta que cuando las vean actuar, estarán cargando aun con el ideario del mundo occidental donde las mujeres somos responsables de los pecados de Eva.