La moda en la economía
Por: Javier Alvarado
Con el COVID-19 y el confinamiento, la industria de la moda perdió la temporalidad. Ya no era necesario tener un outfit listo para verano u otoño, cuando la mayor parte de la población optó por ropa cómoda para trabajar en casa. Con el cierre de centros comerciales y otros puntos de venta, las empresas se quedaron con la ropa en los almacenes y esto ha llevado a evitar la llegada al mercado de colecciones de temporada.
Las marcas de fast fashion también metieron freno a las colecciones que lanzan en un año, que por lo menos sumaban 20 distintas, y esto ha llevado al mercado a pensar una estrategia contraria: el slow fashion o moda lenta, que apremia las prendas de vestir atemporales y, también, más amigables con el medio ambiente.
La industria de la moda registró una disminución de 20% en los ingresos en 2019 y 2020, mientras que su flujo operativo disminuyó en 3.4 puntos porcentuales a 6.8%, de acuerdo con cifras del McKnsey Global Fashion Index (MGFI). El análisis detalla que alrededor del 7% de las empresas abandonaron el mercado por completo, por problemas económicos o porque fueron compradas por rivales.
La moda cambió con la pandemia. Ahora, los consumidores, sobre todo los más jóvenes, han migrado a buscar opciones más sostenibles, y con ello se han abierto opciones para darle a las prendas una segunda oportunidad, por ello, las grandes empresas han optado por lanzar opciones de ropa bajo estas características.
La desafección de los millennials y la Generación Z hacia la moda sostenible puede deberse a los precios. Sin embargo, parece que el principal motivo es el greenwashing (lavado verde) y el mal uso que hacen determinadas marcas del término “moda sostenible”. El 42% de los consumidores de estas generaciones planea gastar más en ropa de segunda mano en el futuro por considerarla más sostenible, inclusiva y transparente que la comercializada de manera sostenible.
Darle una segunda oportunidad a la ropa también es una de las lecciones aprendidas por la pandemia, lo que da fuerza a la compra de ropa de reuso. Es común ver que las redes sociales como en plataformas digitales se han convertido en un escaparate para estas prendas. La pandemia nos enseñó que la ropa se puede volver a usar, cuando antes se usaba máximo nueve veces y se tiraba a la basura. Hemos aprendido a que tenemos que vivir con lo que tenemos y que la ropa debe estar en congruencia con lo que somos.
El año pasado, los datos de eBay revelaron que se vendieron dos artículos de moda de segunda mano cada tres segundos entre enero y julio, con un 30% más de artículos vendidos en junio de 2020 en comparación con marzo.
El estudio de este año realizado por ThredUP encontró que el comprador de segunda mano promedio adquirió alrededor de siete artículos de segunda mano en el último año que normalmente habría comprado nuevos, desplazando más de 542 millones de artículos de ropa nuevos. El informe también encontró que los valores de los consumidores han cambiado durante la pandemia, y uno de cada tres se preocupa más por usar ropa sostenible en comparación con antes del Covid.
Más consumidores también están cambiando el rumbo contra el desperdicio, con un 51% más opuesto al desperdicio ambiental y un 60% más opuesto al desperdicio de dinero. Este crecimiento fue impulsado en gran medida por los usuarios de la Generación Z de la aplicación, que a menudo actúan como embajadores de la venta minorista de segunda mano.
Este crecimiento fue “impulsado por la limpieza de vestuario, la creciente preocupación por el impacto ambiental de la moda y un deseo continuo de apoyar a organizaciones benéficas a través de la reventa de ropa”. Esto mostró una “clara intención” entre los consumidores de comprar más ropa de segunda mano en lugar de nueva.
La industria de la moda acelera el consumo de recursos naturales de manera descontrolada, contamina el medio ambiente y representa una pérdida en la biodiversidad de los ecosistemas, que desechan más de 200 toneladas al año en México; por lo tanto, comprar ropa de segunda mano es una mejor opción para los consumidores.
La sociedad, consciente del impacto de sus decisiones y la amenaza de la crisis climática, ha recogido este potente mensaje, impulsando una revolución que llevará al sector de la ropa de segunda mano a duplicar el tamaño actual del mercado de fast fashion en 2030.
Por suerte, para el planeta, parece que el sector de la ropa de segunda mano tiene capacidad para cambiar la industria de la moda. Tal y como ha constatado ThredUp, el mercado de la reventa está creciendo a un ritmo 11 veces superior al del comercio minorista tradicional y debería alcanzar los 84.000 millones de dólares en 2030, mientras que prevé que el valor del fast fashion no supere los 40.000 millones de dólares. En 2019, este mercado valía 36.000 millones de dólares.
Un potencial que incluso sitúa al mercado de segunda mano por delante de la moda sostenible.
Una tendencia que se ha incrementado con la aparición de más sitios para monetizar el armario, y como consecuencia de la pandemia. Según ThredUp, alrededor de 118 millones de nuevos consumidores han comprado o vendido una prenda de segunda mano en 2021, en comparación con los 36,2 millones de consumidores primerizos de 2020.
Las plataformas de ropa de segunda mano han visto dispararse las ventas durante el año pasado a medida que la incertidumbre económica y una mayor conciencia de la crisis ambiental empujaron a los consumidores a tomar decisiones de compra más sostenibles, particularmente durante la pandemia.
A pesar de esto, parece que la industria de la moda en su conjunto va por el buen camino. El mercado de ropa de segunda mano seguirá creciendo al tiempo que el fast fashion ralentiza su crecimiento.