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CAPÍTULO I “EL DIAGNÓSTICO” AMLO Y LA 4T, LO QUE VIENE PARA MÉXICO POR ERICK GUERRERO ROSAS

Cuando los seres humanos no comprendemos bien lo que sucede a nuestro alrededor, cuando no tenemos un buen diagnóstico de la situación, nos volvemos presas del temor, de la incertidumbre y podemos llegar a cometer errores, a tomar malas decisiones que nos provocan pérdida de tiempo, dinero y en algunos casos hasta daño emocional.

Cuando no existe certeza de hacia dónde vamos, andamos extraviados, perdidos por el mundo, dando “palos de ciego”
¿Porqué es tan importante contar con un buen diagnóstico de la situación, de lo que sucede a nuestro alrededor para evitar equivocaciones? Permítame por favor hablar en sentido figurado y ponerle un ejemplo para aclarar el punto.


Suponga que usted o yo vamos manejando de noche nuestro auto, de repente empezamos a sentir una sensación de vacío en la boca del estómago, esa sensación al poco tiempo se convierte en un dolor que va en aumento y se vuelve insoportable, el dolor, combinado con ardor, pasa a la espalda, desesperados, paramos en el primer consultorio que se nos cruza por el camino, le suplicamos al médico que está a punto de cerrar que nos atienda: “Venga mañana, abro temprano”, nos dice. –“No doctor, atiéndame por favor, se lo suplico, ya no aguanto”, de mala gana nos hace pasar al local y tras una breve revisión nos dice: “No es nada grave, usted lo que tiene es un ataque de gastritis…tome estas pastillas y el dolor desaparecerá”

Nos tomamos la medicina y efectivamente, el dolor desaparece, sin embargo, al cabo de un par de semanas regresa con mayor intensidad y caemos en la sala de urgencias de un hospital. Ahí, un médico especializado, con más tiempo nos hace una revisión a detalle, toma radiografías y nos dice: “No señor, usted no tiene ataque de gastritis. Lo que tiene son piedras en la vesícula. Hay que extirparla”

No contar con un buen diagnóstico nos provocó pérdidas y sufrimiento. Pues bien, lo que observamos en cuestiones de salud, también aplica en materia
económica.

En este terreno hablamos en los mismos términos: si no contamos con un buen diagnóstico, vamos a
cometer errores.

Le voy a recordar un caso que no tiene nada de ficticio para comprender mejor a qué grado nos equivocamos precisamente por no tener una correcta evaluación de lo que realmente está sucediendo.

¿El fin del “neoliberalismo”?
El 17 de marzo de 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró oficialmente “muerto” al sistema “neoliberal” que ha estado vigente en México por lo menos durante las últimas tres décadas (4).

Aunque se trata de un término muy manoseado, difuso, polémico, para efectos prácticos (y didácticos) aquí basta con señalar que el famoso “neoliberalismo” en términos estrictamente económicos significa un sistema que privilegia el impulso a la inversión privada y uno de sus pilares fundamentales para conseguirlo, es la apertura de mercados (Tratados y Acuerdos de Libre Comercio).

AMLO fincó una parte de su carrera política en la promesa (o amenaza según se le quiera ver usted) de que en caso de llegar a la Presidencia de la República una de sus primeras acciones de gobierno en materia económica sería echar abajo los Tratados de Libre Comercio, empezando por el de EU y Canadá.

Fueron más de 20 años de repetirlo una y otra vez en libros, discursos, mítines, conferencias y entrevistas en medios de comunicación.

Tras el anuncio del “fin del neoliberalismo”, a los detractores de AMLO literalmente se les pararon los cabellos de punta.
Corrió como reguero de pólvora en círculos especializados la versión de que nos llevaría a un desastre económico tipo Venezuela por el grave retroceso que esto podría significar para las inversiones, uno de los grandes motores del crecimiento.

Y en el otro extremo, la supuesta acta de defunción del neoliberalismo entusiasmó a sus seguidores que aplaudieron con fervor y proclamaron el advenimiento de una nueva era por el cambio radical de régimen económico que esto podría significar.

Sin embargo, tanto los detractores como los entusiastas están equivocados y le voy a explicar porqué.
A los políticos hay que juzgarlos por lo que hacen, no por lo que dicen, ni tampoco por lo que parecen. Una cosa es andar en campaña y otra muy diferente ejercer el complicado arte de gobernar  Ya electo, Andrés Manuel López Obrador invirtió sus prioridades: puso a su equipo económico bajo las órdenes del todavía presidente Enrique Peña Nieto para colaborar y acelerar las negociaciones de lo que a la postre se convertiría en la nueva versión del Tratado con EU y Canadá (ahora conocido como T-MEC).La instrucción fue clara: habría que hacer todo lo posible para tener listo el documento y firmarlo a más tardar el 30 de noviembre de 2018, justo un día antes de que Peña
entregara el poder.

¿Qué tanto estuvo dispuesto a colaborar el equipo de AMLO?
En un magno evento en el que participé como conferencista en la Ciudad de León, Guanajuato, tuve oportunidad de conversar con Juan Gallardo Thurlow quién fue el máximo representante del sector privado durante las negociaciones del TLC (Tratado de Libre Comercio) con EU y Canadá a principio de la década de los años noventa, en la presidencia de Carlos Salinas de Gortari.

También, como máximo representante del sector empresarial, participó activamente en las negociaciones del T-MEC en la Ciudad de Washington durante el segundo semestre de 2018.
Cuando le pregunté que cómo se comportaba la gente de López Obrador, si no estaban poniendo piedritas en el camino de la negociación o complicando las cosas, me dijo: “No, muy bien, al contrario, con muchas ganas de colaborar para que esto sea un éxito”

Y me relató que incluso el Doctor Jesús Seade (actual subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores) había sido una pieza importante que ayudó a destrabar dos asuntos críticos para llegar a un buen acuerdo con el gobierno de EU.

Después de 25 años de trabajar en televisión, estoy convencido de la validez de aquella famosa frase de que “una imagen dice más que mil palabras”: un López Obrador sonriente, algo así como niño con zapatos nuevos, declaró a la prensa el 2 de octubre de 2018 (casi seis meses antes de “matar” al sistema neoliberal) que el nuevo acuerdo comercial que se alcanzó con EU y Canadá “crea condiciones favorables para la inversión y el empleo, además de garantizar soberanía en materia energética” (5)

Pero eso no fue todo. Hay más: en diciembre de 2018, ya como gobierno en funciones, AMLO y MORENA no hicieron nada para impedir que entrara en vigor del llamado Acuerdo Transpacífico ó “TPP-11”, que derriba barreras al comercio y la inversión con poderosas economías asiáticas como Corea del Sur y Japón, entre otras.

También dieron su visto bueno para que entre en vigor en enero de 2020 el nuevo Tratado, ya actualizado, con la Unión Europea que también fomenta la apertura de mercados, derribando barreras al comercio.

En pocas palabras, México con esos Acuerdos y Tratado de libre Comercio, ampliados y renovados, se convertirá en uno de los países más globalizados a nivel mundial.

Lo advertí hace 14 años, en diciembre de 2005 cuando publiqué mi libro “Perredistas al Poder”. Ahí dije que: “Ya iniciamos una transición económica en la década de los ochenta, nos deslizamos actualmente por la transición política y quizá con AMLO inicie la transición social…le reitero que pese a los males políticos que pudieran venir con un gobierno populista…se mantendrá la estabilidad macroeco nómica; la tendencia hacia la globalización y el libre mercado No habrá retrocesos graves en esta materia”. (6)

En el gobierno de AMLO seremos más “Neoliberales” que antes. 

Perdón amigo lector por plantearlo en términos tan coloquiales, pero los detractores de AMLO se espantaron a lo tarugo porque no se está echando abajo la apertura de mercados, y los seguidores de “hueso colorado” también se entusiasmaron a lo tarugo porque el tal advenimiento de una nueva era, de un cambio radical de régimen, al menos en materia económica, simple y sencillamente, no existe.

Los dos cometen un error de diagnóstico. “Percepción mata realidad”.
Pongo énfasis en este asunto del diagnóstico porque en México existe incertidumbre. Sectores de la población no tienen idea clara de hacia dónde vamos.

A las pruebas me remito: Banco de México aplica sondeos cada mes a destacados especialistas del sector privado.
Hasta septiembre de 2019, momento de redactar estas líneas, cuando se les preguntaba qué factores consideraban que podrían obstaculizar el crecimiento de la actividad económica, el porcentaje más alto de las respuestas, en todas las encuestas desde que AMLO despacha en Los Pinos, reflejaron que la mayor preocupación para ellos, la número uno era la Gobernanza, la incertidumbre política interna que incluso se colocó por encima de otras preocupaciones como la inseguridad o la corrupción, entre otras. (7)

Es el estilo personal de gobernar de Andrés Manuel López Obrador el que detona esa incertidumbre.

El que tienen literalmente de cabeza a hombres y mujeres de negocios de prácticamente todos los sectores y en todo el territorio nacional porque no cuentan con una idea clara de lo qué está sucediendo ni tampoco de qué hacer porque desconocen el rumbo que tomará el país; porque se dejan guiar más por las apariencias y eso genera confusión.

Para proyectar escenarios y aclarar el panorama a futuro, para tener una idea más precisa de qué podemos esperar, para mí es crucial, forzoso, tener un buen diagnóstico respecto a ese estilo de gobernar. Y para lograrlo, voy a empezar con una pregunta muy polémica, de esas que “sacan chispas”:

¿Es o no es Andrés Manuel López Obrador un líder de
corte populista?

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