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Por: Gaby Pérez Islas Tanatóloga

Dar las gracias es una respuesta espontánea, automática, un convencionalismo social que por educación y por cordialidad hacemos de oficio. Es una expresión que ante algo que han hecho por nosotros cierra el círculo, pero a menudo lo cierra en falso. Porque hecho el formulismo, podemos pensar que ya hemos agradecido lo que hayan hecho por nosotros y puede que esta impresión no sea cierta en absoluto.

Gracias es una palabra mágica que nos enseñaron nuestros padres e insistieron en el uso de ella durante toda nuestra infancia. Tal vez pensaban que con ello se mostraba la buena cuna en la que se había nacido.

Dicen las estadísticas que cada día damos las gracias más de veinte veces. Dándolas cara a cara, por teléfono, por correo electrónico y hasta por WhatsApp.

Muchas veces lo hacemos de forma automática, sin casi darnos cuenta. La pregunta es: ¿cuántas de estas veces somos capaces de mostrar de verdad gratitud?

Para mostrar al otro nuestra gratitud, los pequeños detalles son mucho más eficaces que las palabras, y mucho más indicados para transmitir nuestro sentimiento. El reto es: ¿cómo podemos hacer sentir al otro que le estamos agradecidos de verdad? ¿Cómo podemos mostrarle que ocupa un pequeño espacio en nuestro corazón y en nuestro pensamiento?

Es imprescindible pensar en gestos que, conectados con aquello que hemos recibido, lleguen al otro. Los hechos dicen mucho más que las palabras.

Recibir el agradecimiento por algo que hemos hecho es sin duda agradable, y es bueno que lo disfrutemos. Pero no debemos necesariamente contar con ello, y sobre todo no debemos depender de ello.

Si dependemos de los agradecimientos de los demás, nos exponemos a constantes frustraciones. No hacemos las cosas para que nos las agradezcan, las hacemos porque nos nacen y obedecen a la verdad de quién somos.

Dijo Dale Carnegie: “Esperar gratitud de la gente es desconocer la naturaleza humana”. Yo no iría en absoluto tan lejos, pues creo que la gente, en esencia, es agradecida. Pero sí es cierto que no todos lo son, y que quienes lo son no lo son siempre.

La palabra Gracias viene del Latin Gratia que significa la honra o alabanza que sin más, se otorga a otro.

Cuando alguien agradece, el universo responde a ello dándole más cosas qué agradecer. De igual forma cuando maldice, la vida le seguirá dando motivos para lamentarse. Todo es cuestión de actitud, que puede resultar ser la verdadera Ley de la atracción.

Dar las gracias por todo lo tangible e intangible que posees, se vuelve la práctica más sana que uno pueda desarrollar. Te ayuda físicamente, psicológicamente, en el ámbito social y facilita la satisfacción de la vida.

“Tal vez la gratitud no sea la virtud más importante, pero sí es la madre de todas las demás.”

Marco Tulio Cicerón

La pérdida también nos lleva a agradecer; tal vez no el haber perdido, pero sí las personas que te apoyaron durante el proceso y que hayas tenido las fuerzas para sobrevivir a lo ocurrido. La tanatología nos invita a bendecir y agradecer haber tenido en lugar de maldecir haber perdido.

Agradecer nos cambia la perspectiva de lo ocurrido y eso siempre nos saca de la victimización. Agradecer y hacerte responsable van de la mano para vivir la vida.

“Solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud”
Jean de la Bruyère

Lectura recomendada: Tu camino para sanar; Gaby Pérez Islas, et al, Ed. Diana

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