Adrián Martínez Alarzón
Soy originario de Santa María Atzompa, Oaxaca, séptima generación de mi familia. Desde pequeño tuve la visión de lo que en realidad quería ser. Mi madre me hereda este conocimiento de oficio; al pasar el tiempo se me da la oportunidad de estudiar en el ICAPET (Instituto de capacitación y productividad para el trabajo) donde me recibí como técnico ceramista. Tuve la fortuna de tener maestros que sabían diferentes técnicas; ellos me las compartieron siempre y cuando primero aprendiera de mí mismo; ya que aprender alguna técnica es un gran compromiso que no se puede tomar a la ligera. Después de estar 5 años fuera de casa regreso y empiezo a trabajar en lo que me gusta.
Mis esculturas hablan de la naturaleza y la fertilidad de la Tierra, todo comenzó como un homenaje a mi madre, en darle gracias por todo lo que me ha enseñado, al igual que las figuras con picos representan al Pochote, árbol sagrado de los Binni Zaá.
Mi primera exposición individual fue a la edad de 22 años en la galería Arte de Oaxaca, expuse 60 piezas, fue una experiencia que me gustó mucho. A partir de ahí he tenido varias exposiciones individuales y colectivas, donde muestro diferentes técnicas.
Mi trabajo es el resultado de la fusión estilizada de los pensamientos fragmentados, expresados a través de la arcilla, las creaciones que yo hago conjuntan detalles al igual que técnica y diseño, haciendo presente fusiones representativas de mi legado siempre preservando la esencia.
Una técnica que me gusta mucho emplear es la reducción de oxígeno. Es una técnica ceremonial que es conocida como barro negro, trata de la trascendencia, un cambio de esencia. Otra técnica importante es el uso de pigmentos minerales naturales extraídos de la tierra para dar diferentes tonos, por ejemplo: el color azul representa la fertilidad y la abundancia, el color negro representa la muerte como algo cíclico. Cuando se combinan el color rojo y negro representa la sabiduría, las energías de la noche y el día, izquierda y derecha, la dualidad constante.
Las técnicas que uso son ancestrales, lo que me caracteriza es el uso de productos naturales relacionados con la naturaleza, las energías de vida. He desarrollado mi estilo, experimentando otras formas de aprender.
Tengo la fortuna de que mi trabajo se ha exportado alrededor de 35 países, exposiciones en: Israel, Dinamarca, Japón, Corea, China, Estados Unidos, Brasil, entre otros. He colaborado con artistas de talla mundial. En 2019 junto con un amigo ceramista, Rodrigo Treviño, hicimos una colaboración con los artistas: Kenny Scharf y Elena Stonaker; grandes personalidades en el mundo del arte; en Oaxaca he trabajo con el maestro Adán Paredes, Luis Zarate, Mariana Castillo Deball, entre otros.
Las principales características de mis piezas que hacen que llamen la atención son la representación de animales mágicos; que se cree que no existen, pero a la fecha están todas esas energías que dan vida y están presentes todos los días; al igual hago mucha representación con los elementos del fuego, la tierra, el viento, el agua y el movimiento. Mis piezas siempre van firmadas con la palabra BIGU y mi nombre, Adrián Martínez.
A futuro me gustaría impartir clases, compartir mis conocimientos, pero para eso necesito estar al 100%. Vivimos en una época que todo va muy rápido y entre más rápido todo es mejor. La cerámica no es así, es un proceso muy largo donde al ir creciendo tus piezas también vas creciendo como persona.
No puedo decir que enseño, cada persona debe aprender cuál es su estilo, porque si tú aprendes tal cual, puedo decir que estás imitando, y cada uno debe tener su propia esencia para crecer.
Un pueblo con tradición es muy bonito, pero a veces es difícil cuando uno quiere proponer cosas nuevas, o reinterpretar lo ancestral.
Mis piezas son conocidas en el interior de la República y el extranjero, abrirse camino en una tierra de artistas lleva tiempo, pero es momento de renovarnos, dar todo de nosotros al mundo.